La semana pasada me dijo una compañera que un amigo daba un cambio repentino en su vida y se marchaba de Madrid. Yo no podría verle ya, porque solo trabajaba por la mañana y no quería que se fuera sin despedirme de él, aunque fuese a través de las palabras.

Imagino que es una decisión muy meditada y te vendrá bien cambiar de aires. Solo por eso es acertada y te apoyo. Solo quería decirte que ha sido un placer conocerte estos años. Que me encantó ser tu profesora un breve tiempo y que me sentí útil y comprendida en la profundidad de la Literatura que tanto te gusta. Que espero que tu vida dé el giro que llevas tanto tiempo mereciéndote, porque has sufrido mucho. Me gustaría que así fuera. Y que encuentres donde vayas a personas afines y que te entiendan, como siempre has hecho y de lo que no tengo dudas.

Me arrepiento de no haber tenido más tiempo para compartir poemas contigo, aunque aquí te dejo unos cuantos de Borges. Los puedes encontrar, estos y más en esta página.
Espero enmendarme de aquí en adelante. 

Un abrazo fuerte.

Isabel.

  EL FORASTERO
  Despachadas las cartas y el telegrama,
camina por las calles indefinidas
y advierte leves diferencias que no le importan
y piensa en Aberdeen o en Leyden,
más vívidas para él que este laberinto
de líneas rectas, no de complejidad,
donde lo lleva el tiempo de un hombre
cuya verdadera vida está lejos.
En una habitación numerada
se afeitará después ante un espejo
que no volverá a reflejarlo
y le parecerá que ese rostro
es más inescrutable y más firme
que el alma que lo habita
y que a lo largo de los años lo labra.
Se cruzará contigo en una calle
y acaso notarás que es alto y gris
y que mira las cosas.
Una mujer indiferente
le ofrecerá la tarde y lo que pasa
del otro lado de unas puertas. El hombre
piensa que olvidará su cara y recordará,
años después, cerca del Mar del Norte,
la persiana o la lámpara.
Esa noche, sus ojos contemplarán
en un rectángulo de formas que fueron,
al jinete y su épica llanura,
porque el Far West abarca el planeta
y se espeja en los sueños de los hombres
que nunca lo han pisado.
En la numerosa penumbra, el desconocido
se creerá en su ciudad
y lo sorprenderá salir a otra,
de otro lenguaje y otro cielo.

Antes de la agonía,
el infierno y la gloria nos están dados;
andan ahora por esta ciudad, Buenos Aires,
que para el forastero de mi sueño
(el forastero que yo he sido bajo otros astros)
es una serie de imprecisas imágenes
hechas para el olvido.



CAMDEN, 1892 
 El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos

de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.

Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.

No está lejos el fin. Su voz declara:
Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.

SOY
 
Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

Foto de Guillermo Fernández P.